Juana Azurduy de Padilla
(Juana Azurduy de Padilla; Chuquisaca, 1780 -Jujuy, 1860) Heroína
de la independencia del Alto Perú (actual Bolivia). Descendiente de una familia
mestiza, quedó huérfana en edad muy temprana. Pasó los primeros años de su vida
en un convento de monjas de su provincia natal, la cual fue sede de la Real
Audiencia de Charcas.
En 1802 contrajo matrimonio con Manuel Ascencio Padilla, con quien
tendría cinco hijos. Tras el estallido de la revolución independentista el 25 de
mayo de 1809, Juana y su marido se unieron a los ejércitos populares, creados
tras la destitución del virrey y al producirse el nombramiento de Juan Antonio
Álvarez como gobernador del territorio. El caso de Juana no fue una excepción;
muchas mujeres se incorporaban a la lucha en estos años.
Juana colaboró activamente con su marido para organizar el
escuadrón que sería conocido como Los Leales, el cual debía unirse a las tropas
enviadas desde Buenos Aires para liberar el Alto Perú. Durante el primer año de
lucha, Juana se vio obligada a abandonar a sus hijos y entró en combate en
numerosas ocasiones, ya que la reacción realista desde Perú no se hizo esperar.
La Audiencia de Charcas quedó dividida en dos zonas, una controlada por la
guerrilla y otra por los ejércitos leales al rey de España.
En 1810 se incorporó al ejército libertador de Manuel Belgrano, que quedó muy impresionado por el
valor en combate de Juana; en reconocimiento a su labor, Belgrano llegó a
entregarle su propia espada. Juana y su esposo participaron en la defensa de
Tarabuco, La Laguna y Pomabamba.
Mención especial merece la intervención de Juana en la región de
Villar, en el verano de 1816. Su marido tuvo que partir hacia la zona del Chaco
y dejó a cargo de su esposa esa región estratégica, conocida también en la época
como Hacienda de Villar. Dicha zona fue objeto de los ataques realistas, pero
Juana organizó la defensa del territorio y, en una audaz incursión, arrebató
ella misma la bandera del regimiento al jefe de las fuerzas enemigas y dirigió
la ocupación del Cerro de la Plata. Por esta acción y con los informes
favorables de Belgrano, el gobierno de Buenos Aires, en agosto de 1816, decidió
otorgar a Juana Azurduy el rango de teniente coronel de las milicias, las cuales
eran la base del ejército independentista de la región.
Tras hacerse cargo el general José
de San Martín de los ejércitos que pretendían liberar Perú, la estrategia de
la guerra cambió. San Martín quería atacar Lima a través del Pacífico, por lo
que era necesario, para poder desarrollar su estrategia, la liberación completa
de Chile. Esta decisión dejó a la guerrilla del Alto Perú en condiciones muy
precarias; Juana y su marido vivieron momentos extremadamente críticos, tanto
que sus cuatro hijos mayores murieron de hambre.
Poco tiempo después Juana, que esperaba a su quinto hijo, quedó
viuda tras la muerte de su marido en la batalla de Villar (14 de septiembre de
1816). El cuerpo de su marido fue colgado por los realistas en el pueblo de la
Laguna, y Juana se halló en una situación desesperada: sola, embarazada y con
los ejércitos realistas controlando eficazmente el territorio. Tras dar a luz a
una niña, se unió a la guerrilla de Martín Miguel Gümes, que operaba en el norte
del Alto Perú. A la muerte de este caudillo se disolvió la guerrilla del norte,
y Juana se vio obligada a malvivir en la región de Salta.
Tras la proclamación de la independencia de Bolivia en 1825, Juana
intentó en numerosas ocasiones que el gobierno de la nueva nación le devolviera
sus bienes para poder regresar a su ciudad natal, pero a pesar de su prestigio
no consiguió una respuesta favorable de los dirigentes políticos. Murió en la
provincia argentina Jujuy a los ochenta años de edad, en la más completa
miseria: su funeral costó un peso y fue enterrada en una fosa común. Sólo
póstumamente se le reconocerían el valor y los servicios prestados al país.
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